Hace unos días se confirmaba la
presencia de la platense Abigail Magistrati en los Juegos Olímpicos de Tokio en
uno de los deportes "estrella" sin lugar a dudas como es la gimnasia
artística.
Y justamente un día como hoy,
pero de 1976, la rumana Nadia Comaneci escribía una nueva página del deporte
mundial. Con apenas 14 años se convertía en la primera gimnasta en recibir un
10 de calificación. Y no lo hizo una vez, sino en siete oportunidades en todo
el torneo. Fue algo tan mágico y único que ni los tableros electrónicos de
Montreal 76 estaban preparados para reflejar dicha calificación, no mostraban
un 10 sino un 1.00. A diferencia de otros deportes en donde el deportista
empieza a subir su puntuación de acuerdo a su desempeño, la gimnasia tiene la
particularidad de ir a la inversa. Es decir que se arranca con un 10 y a medida
que la gimnasta desarrolla su rutina los jueces van descontando de acuerdo a
como ven la ejecución y la dificultad de la misma. Pero por primera vez, no
hubo descuentos, sino perfección.
Una niña de 14 años sensibilizó almas y
corazones de propios y extraños, con su gracia y flexibilidad que de seguro no
fueron aprendidas en ningún gimnasio. Ella tenía la magia dentro. La rumana se
llevó de esos Juegos tres medallas de oro y cuatro años más tarde en los Juegos
Olímpicos de Moscú, otras dos doradas más. Pero con 18 años ya no era la misma.
Quizás las presiones de su entrenador Bela Karolyi y la utilización política
que ejerció sobre ella el gobierno de Nicolae Ceausescu terminaron de apagar
esa magia. En 1984 Nadia decide retirarse del deporte, pero Ceausescu parecía
estar obsesionado con su figura, era espiada por los servicios de inteligencia,
no podía salir del país y hasta le impedían relacionarse sentimentalmente con alguien.
Una noche de noviembre de 1989 con 27 años decide escaparse Rumania junto a un
pequeño grupo, sabiendo que, si era descubierta, la fusilarían. Entró a Hungría
bajo el nombre falso de Nadia Kemenes para luego refugiarse en los Estados
Unidos de Norteamérica. Las cosas de la vida hicieron que un mes después la
sociedad se revelara contra Ceausescu manifestándose en la ciudad de Timisoara.
Él mandó a los militares a reprimir, pero éstos se unieron a los manifestantes
y la suerte del tirano que poseía a la gimnasta como un premio de su régimen se
había acabado. A pesar de huir de Bucharest junto a su mujer Elena en helicóptero
al aterrizar en Targoviste fueron apresados y fusilados en la Navidad de 1989.
Desde los números Nadia Comaneci está
lejos de ser la mejor gimnasta de la historia.
En sus dos incursiones olímpicas suma un total de 9 medallas (5 oros, tres
platas y un bronce). Se encuentra en la quinta posición de este ranking
histórico que encabeza la soviética Larisa Latynina con un total de 18 medallas
(9 oros,5 platas y 4 bronces). Incluso es muy probable que en estos Juegos
Olímpicos de Tokio 2020 la norteamericana Simone Biles desplace en sexto lugar
a la entrañable Nadia, ya que en los Juegos de Rio 2016 la impresionante gimnasta
de 142 centimetros logro acumular 5 medallas (4 oros y un bronce).
Estadísticamente no habrá sido la mejor,
ni la segunda, ni la tercera. Pero no hubo ni habrá otra gimnasta que provoque
ese deslumbramiento en el público. Es el inconsciente colectivo de la gente que
ubica a esa niña de un pequeño país de Europa del Este como la mejor, como la única
e irrepetible. Simplemente Nadia Comaneci.